«Alegraos...» - Carta a los
consagrados y consagradas hacia el año dedicado a la Vida consagrada
CONGREGACIÓN PARA LOS INSTITUTOS
DE VIDA CONSAGRADA Y LAS SOCIEDADES DE VIDA APOSTÓLICA
«ALEGRAOS...»
Palabras del Magisterio del Papa
Francisco
Carta circular a los consagrados
y consagradas hacia el año dedicado a la Vida consagrada
«Quería deciros una palabra, y la palabra era
alegría. Siempre, donde están los consagrados, siempre hay alegría».
Papa Francisco
Índice
I – Alegraos,
regocijaos, llenaos de alegría
A la escucha
Ésta es la
belleza
Al llamaros
Encontrados,
alcanzados, transformados
En la alegría
del sí fiel
II – Consolad,
consolad a mi pueblo
A la escucha
Llevar el abrazo
de Dios
La ternura nos
hace bien
La cercanía como
compañía
La inquietud del
amor
III – Para la
reflexión
Las preguntas
del Papa Francisco
Salve, Madre de
la alegría
Queridos
hermanos y hermanas:
«La alegría del
Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.
Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría».
El incipit de
la exhortación apostólica Evangelii gaudium resuena, en la línea del
magisterio del Papa Francisco, con una sorprendente vitalidad: llama al
admirable misterio de la Buena Noticia que, acogida en el corazón, transforma
la vida. Se nos narra la parábola de la alegría: el encuentro con Jesús
enciende en nosotros la belleza primigenia, esa belleza del rostro que irradia
la gloria del Padre (cf. 2 Cor 4,6), cuyo fruto es la alegría.
Esta Congregación
para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica
invita a reflexionar sobre el tiempo de gracia que tenemos la dicha de vivir,
con la invitación especial que el Papa dirige a la vida consagrada.
Acoger este
magisterio significa renovar la existencia según el Evangelio, no como
radicalidad en el sentido de modelo de perfección y a menudo de separación,
sino como adhesión toto corde al encuentro de salvación, acontecimiento
que transforma nuestra vida: «se trata de dejar todo para seguir al Señor. No,
no quiero decir radical. La radicalidad evangélica no es sólo de los
religiosos: se pide a todos. Pero los religiosos siguen al Señor de manera
especial, de modo profético. Yo espero de ustedes este testimonio. Los
religiosos tienen que ser hombres y mujeres capaces de despertar al mundo».
En la limitación de
la condición humana, en el afán cotidiano, los consagrados y consagradas
vivimos la fidelidad dando razón de nuestra alegría, siendo testimonio
luminoso, anuncio eficaz, compañía y cercanía para las mujeres y los hombres de
nuestro tiempo que buscan la Iglesia como casa paterna. Francisco de Asís,
asumiendo el evangelio como forma de vida, «hizo crecer la fe, renovó la
Iglesia; y al mismo tiempo renovó la sociedad, la hizo más fraterna, pero siempre
con el Evangelio, con el testimonio. Predicad siempre el Evangelio y si fuera
necesario también con las palabras».
Al escuchar las
palabras del Papa, nos interpela, entre otras muchas sugerencias, la sencillez
con la que el Papa Francisco propone su magisterio, con la misma genuinidad del
Evangelio: palabra sine glosa, esparcida con el gesto generoso del buen
sembrador que con plena confianza no hace discriminaciones de terreno. Una
invitación fidedigna que nos inspira plena confianza, una invitación a
renunciar a los razonamientos institucionales y a las justificaciones
personales, una palabra provocativa que cuestiona nuestro vivir a veces
adormecido, al margen, con frecuencia, del desafío si tuvierais fe como un
grano de mostaza (Lc 17, 5). Invitación que nos anima a elevar el espíritu
para dar razón al Verbo que mora entre nosotros, al Espíritu que crea y
constantemente renueva la Iglesia.
Esta Carta responde
a tal invitación y quiere iniciar una reflexión compartida, que permita una
confrontación leal entre Evangelio y Vida. El Dicasterio abre así un itinerario
en común, lugar de reflexión personal, fraterna, de instituto, hacia el 2015 —
año que la Iglesia dedica a la vida consagrada —, con el deseo y el objetivo de
osar decisiones evangélicas, con frutos de renovación, fecundos en la alegría:
«La primacía de Dios es plenitud de sentido y de alegría para la existencia
humana, porque el hombre ha sido hecho para Dios y su corazón estará inquieto
hasta que descanse en él»
Alegraos,
regocijaos, llenaos de alegría …
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los
que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto;
Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia
ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las
naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las
rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os
consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo se alegrará vuestro corazón, y vuestros
huesos florecerán como un prado. La mano del Señor se manifestará a sus
siervos».
Isaías 66,10-14
A la escucha
Con el término alegría
(en hebreo:śimḥâ/śamḥ,gyl)la sagrada Escritura expresa una
multiplicidad de experiencias colectivas y personales, relacionadas en particular
con el culto religioso y las fiestas, reconociendo el sentido de la presencia
de Dios en la historia de Israel. En la Biblia aparecen trece verbos y
sustantivos diversos para describir la alegría de Dios, la alegría de la
persona y también la alegría de la creación, en el diálogo de salvación.
En el Antiguo
Testamento encontramos muchos de estos términos, sobre todo en los Salmos y en
el profeta Isaías. Con una riqueza lingüística creativa y original se invita a
menudo a la alegría y se proclama la alegría por la cercanía de Dios, el
regocijo por la obra de sus manos. En los Salmos se encuentran un sin fin de
expresiones que indican la alegría bien sea como fruto de la presencia
bondadosa de Dios y su resonancia exultante, bien como garantía de la gran
promesa que se divisa en el horizonte futuro del pueblo. En la segunda y la
tercera parte del libro del profeta Isaías encontramos frecuentemente esta
referencia a la alegría orientada hacia el futuro: será sobreabundante (Is 9,2);
el cielo, el desierto y la tierra exultarán de alegría (Is 35,1; 44,23;
49,13); los prisioneros liberados entrarán en Jerusalén con gritos de alegría (Is
35,9s; 51,11)
En el ámbito del
Nuevo Testamento el vocablo privilegiado se presenta con la raíz kar
(kàirein, karà), junto con otros términos como 'agalliáomai, euphrosyne,
y generalmente comporta un regocijo pleno que abraza a la vez el pasado yel
futuro. La Alegría es el don mesiánico por excelencia, como Jesús mismo
promete: para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría sea colmada
(Jn 15,11; 16,24; 17,13). A partir de los acontecimientos que preceden al
nacimiento del Salvador, Lucas señala la difusión exultante de la alegría (cf. Lc
1,14.44.47; 2,10; cf. Mt 2,10), y acompaña después la difusión de la
Buena Noticia con ese efecto que se expande (cf. Lc 10,17; 24,41.52),
típico signo de la presencia y difusión del Reino (cf. Lc 15,7.10.32; Hch
8,39; 11,23; 15,3; 16,34; cf. Rm 15,10,13; etc.)
En Pablo la alegría
es fruto del Espíritu (cf. Ga 5,22), nota típica y estable del Reino
(cf. Rm 14,17) que se refuerza también en la tribulación y en las
pruebas (cf. 1Ts 1,6). En la oración, en la caridad, en la incesante
acción de gracias (cf. 1Ts 5,16; Flp 3,1; Col 1,11s) se encuentra
el manantial de la alegría: en la tribulación el apóstol de las gentes se
siente repleto de alegría y partícipe de la gloria que todos aguardamos (cf. 2Co
6,10; 7,4; Col el 1,24). El triunfo final de Dios y las bodas del
Cordero completarán toda alegría y regocijo (cf. Ap 19,7), haciendo
estallar un Aleluya cósmico (Ap 19,6)
Para captar el
sentido pleno del texto citado, ofrecemos ahora una breve explicación de la
frase de Isaías 66,10: Alégrate Jerusalén, y regocijaos por ella todos los
que la amáis. Llenaos de alegría por ella. Se trata del final de la tercera
parte del profeta Isaías. Se ha de tener presente que los capítulos 65-66 están
unidos estrechamente y se complementan, como se advierte en la conclusión de la
segunda parte (cc. 54-55)
En ambos capítulos
se evoca el tema del pasado, con imágenes a veces crudas, pero con la
invitación a olvidarlo, porque Dios quiere hacer brillar una nueva luz, una
confianza que sanará toda infidelidad y crueldad. Desaparecerá la maldición,
fruto de la inobservancia de la alianza, porque Dios desea hacer de Jerusalén
un regocijo y de su pueblo una alegría (cf. Is 65,18). Prueba de ello es
que la respuesta de Dios llegará antes incluso de la súplica (cf. Is 65,24).
Éste contexto se prolonga en los primeros versículos de Is 66, y aparece
también por señas más adelante, haciendo ver la torpeza de corazón y de oídos
frente a la bondad del Señor y a su Palabra de esperanza.
Sugestiva resulta
aquí la analogía de Jerusalén madre, que se inspira en las promesas de Is
49,18-29 y 54,1-3: el país de Judá se llena de repente de cuantos regresan
de la dispersión después de su humillación. Equivale a decir que los rumores de
"liberación" han " fecundado" a Sión de nueva vida y
esperanza, y Dios, el Señor de la vida, llevará hasta el final la gestación,
dando a luz sin fatiga a nuevos hijos. De este modo Sión-madre se ve rodeada de
hijos, siendo para ellos nodriza tierna y generosa. Imagen muy dulce que
fascinó a santa Teresa de Lisieux, que encontró en ella una clave decisiva de
interpretación de su espiritualidad.
Una multiplicidad
de vocablos repletos de significado: alegraos, exultad, regocijaos, y
también consuelo, delicia, abundancia, prosperidad, caricias, etc. Ante
la carencia de una relación de fidelidad y de amor, se había caído en tristeza
y esterilidad; ahora la potencia y la santidad de Dios reestablecen sentido y
plenitud de vida y de felicidad, expresada con términos pertenecientes a las
raíces afectivas de todo ser humano, que despiertan emociones únicas de ternura
y seguridad.
Delicado y
verdadero perfil de un Dios que vibra con entrañas maternas y con emociones
intensas que contagian. Alegría del corazón (cf. Is 66,14) que desde
Dios — rostro materno y brazo que levanta — se expande en medio de un pueblo
que ha padecido mil humillaciones y por ello tiene huesos frágiles.
Transformación
gratuita que se prolonga festiva a nuevos cielos y nueva tierra (cf. Is
66,27) para que todos los pueblos conozcan la gloria del Señor, que es fiel
y redentor.
Ésta es la
belleza…
«Ésta es la
belleza de la consagración: es la alegría, la alegría…» La alegría de
llevar a todos la consolación de Dios. Son palabras del Papa Francisco durante
el encuentro con los seminaristas, los novicios y las novicias. «No hay
santidad en la tristeza!» continúa el Santo Padre, no estéis tristes como
quienes no tienen esperanza, decía san Pablo (1Ts 4,13).
La alegría no es un
adorno superfluo, es exigencia y fundamento de la vida humana. En el afán de
cada día, todo hombre y mujer tiende a alcanzar y vivir la alegría con todo su
ser.
En el mundo con
frecuencia viene a faltar la alegría. No estamos llamados a realizar gestos
épicos ni a proclamar palabras altisonantes, sino a testimoniar la alegría que
proviene de la certeza de sentirnos amados y de la confianza de ser salvados.
Nuestra memoria
breve y nuestra experiencia frágil nos impiden a menudo alcanzar la
"tierra de la alegría" donde poder gustar el reflejo de Dios. Tenemos
mil motivos para permanecer en la alegría, la cual se nutre en la escucha creyente
y perseverante de la Palabra de Dios. En la escuela del Maestro, se escucha para
que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea colmado (Jn 15, 11-20) y
nos entrenamos así en el ejercicio de la perfecta alegría.
«La tristeza y el
miedo deben dejar paso a la alegría: "Festejad… gozad… alegraos», dice el
Profeta (66,10). Es una gran invitación a la alegría. Todo cristiano, sobre
todo nosotros, estamos llamados a ser portadores de este mensaje de esperanza
que da serenidad y alegría: la consolación de Dios, su ternura para con todos.
Pero sólo podremos ser portadores si nosotros experimentamos antes la alegría
de ser consolados por Él, de ser amados por Él Yo he encontrado algunas veces a
personas consagradas que tienen miedo de la consolación de Dios, y pobres,
pobres, se atormentan, porque tienen miedo de esta ternura de Dios. Pero no
tengan miedo. No tengan miedo, el Señor es el Señor de la consolación, el Señor
de la ternura. El Señor es Padre y Él dice que hará con nosotros como una mamá
con su niño, con su ternura. No tengan miedo de la consolación del Señor».
Al llamaros…
«Al llamaros Dios
os dice: "¡Tú eres importante para mí, te quiero, cuento contigo!"
Jesús a cada uno de nosotros nos dice esto. ¡De ahí nace la alegría! La alegría
del momento en el que Jesús me ha mirado. Comprender y sentir esto es el
secreto de nuestra alegría. Sentirse amado por Dios, sentir que para Él no
somos números, sino personas; y sentir que es Él quien nos llama».
El Papa Francisco
orienta nuestra mirada al fundamento espiritual de nuestra humanidad para
reconocer lo que hemos recibido por gracia de Dios y libre respuesta humana: Oyendo
esto Jesús, le dijo: "aún te falta una cosa. Vende todo cuanto tienes y
repártelo entre los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego, ven y
sígueme" (Lc 18, 22).
El Papa hace
memoria: «Jesús, en la última Cena, se dirige a los Apóstoles con estas
palabras: No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he
elegido (Jn 15, 16), que recuerdan a todos, no sólo a nosotros
sacerdotes, que la vocación es siempre una iniciativa de Dios. Es Cristo que os
ha llamado a seguirlo en la vida consagrada y esto significa realizar
continuamente un «éxodo» de vosotras mismas para centrar vuestra existencia en
Cristo y en su Evangelio, en la voluntad de Dios, despojándoos de vuestros
proyectos, para poder decir con san Pablo: No soy yo el que vive, es Cristo
quien vive en mí (Ga 2, 20)».
El Papa nos invita
a una peregrinatio hacia atrás, un camino sapiencial para encontrarnos
en las calles de Palestina o junto a la barca del humilde pescador de Galilea;
nos invita a contemplar los inicios de un camino o mejor de un acontecimiento
que, inaugurado por Cristo, nos lleva a dejar las redes en la orilla, el banco
de los impuestos en el arcén de la carretera, las veleidades del zelote entre
las intenciones del pasado. Medios todos inadecuados para estar con Él.
Nos invita a
detenernos con paz, como peregrinación interior, en el horizonte de la primera
hora, donde los espacios están caldeados de relación amistosa, la inteligencia
se abre al misterio, la decisión entiende que es bueno entregarse al
seguimiento de ese Maestro que sólo tiene palabras de vida eterna (cf. Jn
6,68). Nos invita a hacer de toda la «existencia una peregrinación de transformación
en el amor».
El Papa Francisco
nos llama a detenernos en el fotograma inicial: «La alegría del momento en que
Jesús me ha mirado» y evocar significados y exigencias relacionadas con nuestra
vocación: «Es la respuesta a una llamada y a una llamada de amor». Estar con
Cristo supone compartir su vida y sus opciones; requiere la obediencia de fe,
la bienaventuranza de los pobres, la radicalidad del amor.
Se trata de renacer
por vocación. «Invito a cada cristiano a renovar ahora mismo su encuentro personal
con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar por Él, de
intentarlo cada día sin descanso».
Pablo nos conduce a
esta visión fundamental: nadie puede poner otro cimiento que el ya puesto,
Jesucristo (1 Cor 3, 11). El término vocación indica este hecho
gratuito, como una cisterna de vida que no cesa de renovar la humanidad y la
Iglesia en lo más profundo de su ser.
En la experiencia
de la vocación Dios es el sujeto misterioso de la llamada. Nosotros escuchamos
la voz que nos llama a la vida y al discipulado por el Reino. El Papa Francisco
al recordarlo, «Tú eres importante para mí», usa el diálogo directo, en primera
persona, para despertar la consciencia. Lleva a conciencia mi idea, mi juicio,
para suscitar comportamientos coherentes con la llamada que siento dirigida a
mí, mi llamada personal: «Quisiera decir a quien se siente indiferente hacia
Dios, hacia la fe, a quien está lejano de Dios o lo ha abandonado, también a
nosotros, con nuestros "alejamientos" y nuestros "abandonos"
de Dios, quizás pequeños, pero ¡hay tantos en la vida cotidiana!: mira en lo
profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo y pregúntate: ¿hay un
corazón que desea cosas grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu
corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o la has dejado sofocar por
las cosas, que terminan por atrofiarlo?».
La relación con
Jesucristo necesita ser alimentada por la inquietud de la búsqueda. Ella nos
hace conscientes de la gratuidad del don de la vocación y nos ayuda a dar razón
de las motivaciones que nos han llevado a la opción inicial y sostienen nuestra
perseverancia: «Dejarse conquistar por Cristo significa estar siempre atento
hacia lo que me está de frente, hacia la meta de Cristo (cf. Fil 3,14)».
Estar constantemente a la escucha de Dios requiere que estas preguntas marquen
nuestro tiempo cotidiano.
Este misterio
indecible, que llevamos dentro y que participa del inefable misterio de Dios,
se puede leer únicamente a la luz de la fe: «La fe es la respuesta a una
Palabra que interpela personalmente, a un Tú que nos llama por nuestro nombre»
y «en cuanto respuesta a una Palabra que la precede, será siempre un acto de
memoria. Sin embargo, esta memoria no se queda en el pasado, sino que, siendo
memoria de una promesa, es capaz de abrir al futuro, de iluminar los pasos a lo
largo del camino».«La fe contiene precisamente la memoria de la historia de
Dios con nosotros, la memoria del encuentro con Dios, que es el primero en
moverse, que crea y salva Quien lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar
por la memoria de Dios en toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de
los otros». Memoria de ser llamados aquí y ahora.
Encontrados,
alcanzados, transformados
El Papa nos pide
releer nuestra historia personal y verificarla a la luz de la mirada de amor de
Dios, porque si la vocación es siempre iniciativa suya, a nosotros nos
corresponde la adhesión libre a la economía divino-humana, como relación de
vida en el ágape, camino de discipulado, «luz en el camino de la
Iglesia». La vida en el Espíritu no tiene tiempos establecidos, sino que se
abre constantemente al misterio mientras discierne para conocer al Señor y
percibir la realidad a partir de Él. Al llamarnos, Dios nos hace entrar en su
descanso y nos pide descansar en Él, como proceso continuo de conocimiento de
amor; resuena para nosotros la Palabra tú te afanas y preocupas por muchas
cosas (Lc 10,41). En la via amoris caminamos en una nueva
vida: la vieja criatura renace a vida nueva. El que está en Cristo, es una
nueva creación (2 Co 5,17).
El Papa Francisco
indica el nombre de este renacer: «esta senda tiene un nombre, un rostro: el
rostro de Jesucristo. Él nos enseña a ser santos. En el Evangelio nos muestra
el camino: el camino de las Bienaventuranzas (cf. Mt 5, 1-12). Esta es
la vida de los santos: personas que por amor a Dios no le pusieron condiciones
a Él en su vida».
La vida consagrada
está llamada a encarnar la Buena Noticia, en el seguimiento de Cristo, muerto y
resucitado, a hacer propio el «modo de existir y de actuar de Jesús como Verbo
encarnado ante el Padre y ante los hermanos». Asumir en concreto su estilo de
vida, adoptar sus actitudes interiores, dejarse inundar por su espíritu,
asimilar su sorprendente lógica y su escala de valores, compartir sus riesgos y
sus esperanzas: «guiados por la certeza humilde y feliz de quien ha sido encontrado,
alcanzado y transformado por la Verdad que es Cristo, y no puede dejar de
proclamarla».
Permanecer en
Cristo nos permite acoger la presencia del Misterio que nos habita y hace que
se dilate el corazón a la medida de su corazón de Hijo. El que permanece en su
amor, como el sarmiento está unido a la vid (cf. Jn 15,1-8) entra en la
familiaridad con Cristo y da fruto: «¡Permanecer en Jesús! Se trata de permanecer
unidos a Él, dentro de Él, con Él, hablando con Él».
«La señal de Cristo
está en nuestra frente y en nuestro corazón… en nuestra frente para confesarle
siempre, y en nuestro corazón para amarle… en nuestro brazo para hacer el bien»,
la vida consagrada en efecto es una continua llamada a seguir a Cristo y a
conformarnos a Él. «Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus
gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su
entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida».
El encuentro con el
Señor, nos pone en movimiento, nos empuja a salir de la autorreferencialidad.
La relación con el Señor no es estática, ni intimista: «Quien pone a Cristo en
el centro de su vida, se descentra. Cuanto más te unes a Jesús y él se
convierte en el centro de tu vida, tanto más te hace Él salir de ti mismo, te
descentra y te abre a los demás». «No estamos en el centro, estamos, por así
decirlo, «desplazados», estamos al servicio de Cristo y de la Iglesia».
La vida cristiana
está determinada por verbos de movimiento, es una búsqueda continua, incluso
cuando se vive en la dimensión monástica y contemplativo-claustral.
«No se puede
perseverar en una evangelización ferviente si no se está convencido, por experiencia
propia, de que no es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo
mismo caminar con Él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que
ignorar su Palabra, no es lo mismo poder contemplarlo, adorarlo, descansar en
Él, que no poder hacerlo. No es lo mismo tratar de construir el mundo con su
Evangelio que hacerlo sólo con la propia razón. Sabemos bien que la vida con Él
se vuelve mucho más plena y que con Él es más fácil encontrarle un sentido a
todo».
El Papa Francisco
exhorta a la inquietud de la búsqueda, como fue para Agustín de Hipona:
una «inquietud del corazón lo que le lleva al encuentro personal con Cristo, le
lleva a comprender que ese Dios que buscaba lejos de sí es el Dios cercano a
cada ser humano, el Dios cercano a nuestro corazón, más íntimo a nosotros que
nosotros mismos». Es una búsqueda continua: «Agustín no se detiene, no se
arrellana, no se cierra en sí mismo como quien ya ha llegado, sino que continúa
el camino. La inquietud de la búsqueda de la verdad, de la búsqueda de
Dios, se convierte en la inquietud de conocerle cada vez más y de salir de sí
mismo para darlo a conocer a los demás. Es justamente la inquietud del amor».
En la alegría
del sí fiel
Quien ha encontrado
al Señor y lo sigue con fidelidad es un mensajero de la alegría del Espíritu.
«Sólo gracias a ese
encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz
amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la
autorreferencialidad».La persona llamada es convocada a ser ella misma, es
decir a ser lo que puede ser. Podemos decir que la crisis de la vida consagrada
depende también de la incapacidad de reconocer esta llamada profunda, incluso
en los que viven ya tal vocación.
Vivimos una crisis
de fidelidad, entendida como adhesión consciente a una llamada que es un
recorrido, un camino desde su misterioso inicio a su misterioso final.
Quizás nos
encontramos también en una crisis de humanización. No siempre vivimos una
verdadera coherencia, heridos por la incapacidad de realizar en el tiempo
nuestra vida como vocación única y camino fiel.
Un camino
cotidiano, personal y fraterno, marcado por el descontento, por la amargura que
nos cierra en la lamentación, en una permanente nostalgia por caminos
inexplorados y por sueños no realizados, se convierte en un camino solitario.
Nuestra vida, llamada a la relación en el cumplimiento del amor puede
transformarse en tierra desierta. Estamos invitados en cada edad a volver al
centro profundo de la vida personal, allí donde encuentran sentido y verdad las
motivaciones de nuestro vivir con el Maestro, discípulos y discípulas del
Maestro.
La fidelidad es
conciencia del amor que nos orienta hacia el Tú de Dios y hacia cada persona,
de modo constante y dinámico, mientras experimentamos en nosotros la vida del
Resucitado: «Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la
tristeza, del vacío interior, del aislamiento».
El discipulado fiel
es gracia y ejercicio de amor, ejercicio de caridad oblativa: «Cuando caminamos
sin la cruz, cuando edificamos sin la cruz y cuando confesamos un Cristo sin
cruz, no somos discípulos del Señor: somos mundanos, somos obispos, sacerdotes,
cardenales, papas, pero no discípulos del Señor».
Perseverar hasta el
Gólgota, experimentar la laceración de la duda y de la negación, gozar en la
maravilla y en el estupor de la Pascua hasta la manifestación de Pentecostés y
la evangelización de las gentes, son etapas de una fidelidad gozosa en la
lógica de la kenosis, experimentada durante toda la vida con el signo incluso
del martirio, y del mismo modo partícipe de la vida de Cristo resucitado: «Y
desde la Cruz, acto supremo de misericordia y de amor, renacemos como
"criatura nueva (Ga 6,15)».
En el lugar
teologal, donde Dios revelándose nos revela a nosotros mismos, el Señor nos
pide, pues, volver a buscar, fides quaerens: Busca la justicia, la fe, la
caridad, la paz en unión de los que invocan al Señor con corazón puro (2
Tm 2, 22).
La peregrinación
interior se inicia en la plegaria: «Para un discípulo, lo primero es estar con
el Maestro, escucharle, aprender de él. Y esto vale siempre, es un camino que
dura toda la vida Si en nuestros corazones no está el calor de Dios, de su
amor, de su ternura, ¿cómo podemos nosotros, pobres pecadores, inflamar el corazón
de los demás?». Este itinerario dura toda la vida y el Espíritu Santo, en la
humildad de la oración, nos hace entender la Señoría de Cristo en nosotros: «El
Señor nos llama cada día a seguirlo con valentía y fidelidad; nos ha concedido
el gran don de elegirnos como discípulos suyos; nos invita a proclamarlo con
gozo como el Resucitado, pero nos pide que lo hagamos con la palabra y el
testimonio de nuestra vida en lo cotidiano. El Señor es el único, el único Dios
de nuestra vida, y nos invita a despojarnos de tantos ídolos y a adorarle sólo
a él».
El Papa indica la
oración como el manantial de fecundidad de la misión: «Cultivemos la dimensión
contemplativa, incluso en la vorágine de los compromisos más urgentes y duros.
Cuanto más les llame la misión a ir a las periferias existenciales, más unido
ha de estar su corazón a Cristo, lleno de misericordia y de amor».
El estar con Jesús
nos forma a una mirada contemplativa de la historia, que sabe ver y escuchar en
todo la presencia del Espíritu y, de modo privilegiado, discernir su presencia
para vivir el tiempo como tiempo de Dios. Cuando falta la mirada de fe «la
propia vida pierde gradualmente el sentido, el rostro de los hermanos se hace
opaco y es imposible descubrir en ellos el rostro de Cristo, los acontecimientos
de la historia quedan ambiguos cuando no privados de esperanza».
La contemplación
abre a la aptitud profética. El profeta es un hombre «que tiene los ojos
penetrantes y que escucha y dice las palabras de Dios, un hombre de tres
tiempos: promesa del pasado, contemplación del presente, ánimo para indicar el
camino hacia el futuro».
Por último, la
fidelidad en el discipulado pasa y es probada por la experiencia de la
fraternidad, lugar teológico, en el que estamos llamados a sostenernos en el sí
gozoso al Evangelio: «Es la Palabra de Dios la que suscita la fe, la nutre, la
regenera. Es la Palabra de Dios la que toca los corazones, los convierte a Dios
y a su lógica, que es muy distinta a la nuestra; es la Palabra de Dios la que
renueva continuamente nuestras comunidades».
El Papa nos invita
pues a renovar y a cualificar nuestra vocación con alegría y pasión porque el
acto totalizante del amor es un «camino continuo, que madura, madura, madura»,
en desarrollo permanente en el que el sí de nuestra voluntad a la suya une
voluntad, intelecto y sentimiento «el amor nunca se da por «concluido» y
completado; se transforma en el curso de la vida, madura y, precisamente por
ello, permanece fiel a sí mismo».
Consolad,
consolad a mi pueblo
Consolad, consolad a mi pueblo, dice vuestro Dios.
Hablad al corazón de Jerusalén.
Isaías 40, 1-2
A la escucha
Con una
peculiaridad estilística que se encuentra también más adelante (cf. Is 51,17;
52,1: ¡Despierta, despierta!), los oráculos de la segunda parte
de Isaías (Is 40-55) lanzan una llamada entusiasta a socorrer a Israel
deportado, que tiende a cerrarse en el vacío de una memoria fallida. El
contexto histórico pertenece claramente a la fase de la larga deportación del
pueblo en Babilonia (587-538 A.C), con la consiguiente humillación y el sentido
de impotencia para salir de ella. Todavía, la disgregación del imperio asirio
bajo la presión de la nueva potencia emergente, la de Persia, guiada por el
astro naciente que fue Ciro, hace intuir al profeta que podría realizarse una
liberación inesperada. Y así será. El profeta, inspirado por Dios, da voz
pública a esta posibilidad, interpretando las agitaciones políticas y militares
como acción guiada misteriosamente por Dios a través de Ciro y proclama que la
liberación está cerca y el retorno a la tierra de los padres está a punto de
realizarse.
Las palabras de
Isaías: Consolad... hablad al corazón, se encuentran con una cierta
frecuencia en el Antiguo Testamento y tienen particular valor los términos que
se repiten en los diálogos de ternura y de afecto. Como cuando Rut reconoce que
Booz la ha consolado y ha hablado a su corazón (cf. Rt 2,12) o
bien en la famosa página de Oseas que anuncia a su mujer (Gomer) que la llevará
al desierto y hablará a su corazón (cf. Os 2,16-17) para un
tiempo de fidelidad. Encontramos paralelos similares en el diálogo de Siquem,
hijo de Jamor, enamorado de Dina (cf. Gn 34,1-5) o en el del levita de
Efraim que habla a la concubina que lo ha abandonado (cf. Jc 19,3).
Se trata pues de un
lenguaje que se explica en el horizonte del amor, no sólo de una palabra de
aliento: acción y palabra juntas, delicadas y alentadoras, que evocan los
profundos lazos afectivos de Dios "esposo" de Israel. Y la consolación
debe ser epifanía de una pertenencia recíproca, juego de empatía intensa,
de conmoción y unión vital. No se trata pues de palabras superficiales y
dulzonas sino de entrañas de misericordia, abrazo que da fuerza y es paciente
cercanía para hallar los caminos de la confianza.
Llevar el abrazo
de Dios
«La gente de hoy
tiene necesidad ciertamente de palabras, pero sobre todo tiene necesidad de que
demos testimonio de la misericordia, la ternura del Señor, que enardece el
corazón, despierta la esperanza, atrae hacia el bien. ¡La alegría de llevar la
consolación de Dios!».
El Papa Francisco
nos confía a nosotros consagrados y consagradas esta misión: encontrar al
Señor, que nos consuela como una madre, y consolar al pueblo de Dios.
De la alegría del
encuentro con el Señor y de su llamada brota el servicio en la Iglesia, la
misión: llevar a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo la consolación
de Dios, testimoniar su misericordia.
En la visión de
Jesús la consolación es don del Espíritu, el Paráclito, el Consolador
que nos consuela en las pruebas y enciende una esperanza que no decepciona. La
consolación cristiana se convierte así en consuelo, aliento, esperanza: es
presencia operante del Espíritu (cf. Jn 14, 16-17), fruto del Espíritu y
el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, longanimidad, benignidad,
bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza (Ga 5, 22).
En un mundo de
desconfianza, desaliento, depresión, en una cultura en donde hombres y mujeres
se dejan llevar por la fragilidad y la debilidad, el individualismo y los
intereses personales, se nos pide introducir la confianza en la posibilidad de
una felicidad verdadera, de una esperanza posible, que no se apoye únicamente
en los talentos, en las cualidades, en el saber, sino en Dios. A todos se nos
da la posibilidad de encontrarlo, basta buscarle con corazón sincero.
Los hombres y las
mujeres de nuestro tiempo esperan una palabra de consolación, de cercanía, de
perdón y de alegría verdadera. Somos llamados a llevar a todos el abrazo de
Dios, que se inclina con ternura de madre hacia nosotros: consagrados, signo de
humanidad plena, facilitadores y no controladores de la gracia, bajo el signo
de la consolación.
La ternura nos
hace bien
Como testigos de
comunión, no obstante nuestro modo de ver y nuestra limitación, estamos
llamados a llevar la sonrisa de Dios, y la fraternidad es el primer y más
creíble evangelio que podemos narrar. Se nos pide humanizar nuestras
comunidades: «Cuidar la amistad entre vosotras, la vida de familia, el amor
entre vosotras. Que el monasterio no sea un Purgatorio, que sea una familia.
Los problemas están, estarán, pero, como se hace en una familia, con amor,
buscar la solución con amor; no destruir esto para resolver aquello; no
competir. Cuidar la vida de comunidad, porque cuando la vida de comunidad es
así, de familia, es precisamente el Espíritu Santo quien está en medio de la
comunidad. Estas dos cosas quería deciros: la contemplación siempre, siempre
con Jesús —Jesús, Dios y Hombre—; y la vida de comunidad, siempre con un
corazón grande. Dejando pasar, no vanagloriarse, soportar todo, sonreír desde
del corazón. El signo de ello es la alegría».
La alegría se
consolida en la experiencia de fraternidad, como lugar teológico, donde cada
uno es responsable de la fidelidad al Evangelio y del crecimiento de los demás.
Cuando una fraternidad se alimenta del mismo Cuerpo y Sangre de Jesús y se
reúne alrededor del Hijo de Dios, para compartir el camino de fe conducido por
la Palabra, se hace una cosa sola con él, es una fraternidad en comunión que
experimenta el amor gratuito y vive en fiesta, libre, alegre, llena de audacia.
«Una fraternidad
sin alegría es una fraternidad que se apaga Una fraternidad donde abunda la
alegría es un verdadero don de lo Alto a los hermanos que saben pedirlo y que
saben aceptarse y se comprometen en la vida fraterna confiando en la acción del
Espíritu».
En un tiempo en el
que la fragmentariedad alimenta un individualismo estéril y de masa y la
debilidad de las relaciones disgrega y estropea el cuidado de lo humano, se nos
invita a humanizar las relaciones de fraternidad para favorecer la comunión de
corazón y de alma según el Evangelio porque «existe una comunión de vida entre
todos aquellos que pertenecen a Cristo. Una comunión que nace de la fe» y que
hace a «la Iglesia, en su verdad más profunda, comunión con Dios,
familiaridad con Dios, comunión de amor con Cristo y con el Padre en el
Espíritu Santo, que se prolonga en una comunión fraterna».
Para el Papa
Francisco la ternura es signo distintivo de la fraternidad, una «ternura
eucarística», porque «la ternura nos hace bien.» La fraternidad tendrá «una
fuerza de convocación enorme. la hermandad incluso con todas las diferencias
posibles, es una experiencia de amor que va más allá de los conflictos».
La cercanía como
compañía
Estamos llamados a
realizar un éxodo de nosotros mismos en un camino de adoración y de servicio.
«¡Salir por la puerta para buscar y encontrar! Tengan el valor de ir
contracorriente de esta cultura eficientista, de esta cultura del descarte. El
encuentro y la acogida de todos, la solidaridad, es una palabra que la están
escondiendo en esta cultura, casi una mala palabra, la solidaridad y la
fraternidad, son elementos que hacen nuestra civilización verdaderamente
humana. Ser servidores de la comunión y de la cultura del encuentro. Los
quisiera casi obsesionados en este sentido. Y hacerlo sin ser presuntuosos».
"El fantasma
que se debe combatir es la imagen de la vida religiosa entendida como refugio y
consuelo ante un mundo externo difícil y complejo" El Papa nos pide
«salir del nido», para ser enviados a los hombres y mujeres de nuestro tiempo,
entregándonos a Dios y al prójimo.
«¡La alegría nace
de la gratuidad de un encuentro Y la alegría del encuentro con Él y de su
llamada lleva a no cerrarse, sino a abrirse; lleva al servicio en la Iglesia.
Santo Tomás decía bonum est diffusivum sui —no es un latín muy difícil—,
el bien se difunde. Y también la alegría se difunde. No tengáis miedo de
mostrar la alegría de haber respondido a la llamada del Señor, a su elección de
amor, y de testimoniar su Evangelio en el servicio a la Iglesia. Y la alegría,
la verdad, es contagiosa; contagia… hace ir adelante».
Frente al
testimonio contagioso de alegría, serenidad, fecundidad, ante el testimonio de
la ternura y del amor, de la caridad humilde, sin prepotencia, muchos sienten
el deseo de venir y ver.
El Papa Francisco
ha indicado varias veces el camino de la atracción, del contagio, como
vía para hacer crecer a la Iglesia, vía de la nueva evangelización. «La Iglesia
debe ser atractiva. ¡Despertar al mundo! ¡Sean testimonio de un modo distinto
de hacer, de actuar, de vivir! Es posible vivir de un modo distinto en este
mundo Por lo tanto, esto que me espero es el testimonio».
Confiándonos la
tarea de despertar el mundo el Papa nos impulsa al encuentro de los
hombres y mujeres de hoy a la luz de dos elementos pastorales que tienen su
raíz en la novedad del Evangelio: la cercanía y el encuentro, dos
modos mediante los cuales Dios mismo se ha revelado en la historia hasta la
Encarnación.
En el camino de
Emaús, hacemos nuestros, como Jesús con los discípulos, las alegrías y los
sufrimientos de la gente, dando «calor al corazón», mientras esperamos con
ternura al que se siente cansado, débil, para que el camino en común tenga luz
y sentido en Cristo.
Nuestro camino
«madura hacia la paternidad pastoral, hacia la maternidad pastoral, y cuando un
sacerdote no es padre de su comunidad, cuando una religiosa no es madre de todos
aquellos con los que trabaja, se vuelve triste. Este es el problema. Por eso os
digo: la raíz de la tristeza en la vida pastoral está precisamente en la falta
de paternidad y maternidad, que viene de vivir mal esta consagración, que, en
cambio, nos debe llevar a la fecundidad».
La inquietud del
amor
Iconos vivientes de
la maternidad y de la cercanía de la Iglesia, vamos hacia quienes esperan la
Palabra de consolación inclinándonos con amor materno y espíritu paterno hacia
los pobres y los débiles. El Papa nos invita a no privatizar el amor y
con la inquietud de quien busca: «Buscar siempre, sin descanso, el bien del
otro, de la persona amada».
La crisis de
sentido del hombre moderno y la crisis económica y moral de la sociedad
occidental y de sus instituciones no son un acontecimiento pasajero de nuestro
tiempo, sino un momento histórico de excepcional importancia. Estamos llamados
como Iglesia a salir para dirigirnos hacia las periferias geográficas, urbanas
y existenciales —las del misterio del pecado, del dolor, de las injusticias, de
la miseria—, hacia los lugares escondidos del alma dónde cada persona
experimenta la alegría y el sufrimiento de la vida.
«Vivimos en una
cultura del desencuentro, una cultura de la fragmentación, una cultura en la que
lo que no me sirve lo tiro, la cultura del descarte hoy, hallar a un vagabundo
muerto de frío no es noticia, sin embargo "la pobreza es una categoría
teologal porque el Hijo de Dios se abajó, se hizo pobre para caminar con
nosotros por el camino Una Iglesia pobre para los pobres empieza con ir hacia
la carne de Cristo. Si vamos hacia la carne de Cristo, comenzamos a entender
algo, a entender qué es esta pobreza, la pobreza del Señor».
Vivir la
bienaventuranza de los pobres significa que la angustia de la soledad y de la
limitación ha sido vencida por la alegría de quien es realmente libre en Cristo
y ha aprendido a amar.
Durante su visita
pastoral a Asís, el Papa Francisco se preguntaba de qué debe despojarse la
Iglesia. Y respondía: «despojarse de toda acción que no es por Dios, no es de
Dios; del miedo de abrir las puertas y de salir al encuentro de todos,
especialmente de los más pobres, necesitados, lejanos, sin esperar; cierto, no
para perderse en el naufragio del mundo, sino para llevar con valor la luz de
Cristo, la luz del Evangelio, también en la oscuridad, donde no se ve, donde
puede suceder el tropiezo; despojarse de la tranquilidad aparente que dan las
estructuras, ciertamente necesarias e importantes, pero que no deben oscurecer
jamás la única fuerza verdadera que lleva en sí: la de Dios. Él es nuestra
fuerza».
Es para nosotros
una invitación a «no tener miedo a dejar caer las estructuras caducas. La
Iglesia es libre. La lleva adelante el Espíritu Santo. Nos lo enseña Jesús en
el evangelio: la libertad necesaria para encontrar siempre la novedad del
evangelio en nuestra vida y también en las estructuras. La libertad de elegir
odres nuevos para esta novedad».
Estamos invitados a
ser hombres y mujeres audaces, de frontera: «Nuestra fe no es una
fe-laboratorio, sino una fe-camino, una fe histórica. Dios se ha revelado como
historia, no como un compendio de verdades abstractas. No hay que llevarse la
frontera a casa, sino vivir en frontera y ser audaces».
Junto al desafío de
la bienaventuranza de los pobres, el Papa invita a visitar las fronteras del
pensamiento y de la cultura, a favorecer el diálogo, también a nivel
intelectual, para dar razón de la esperanza basada en criterios éticos y
espirituales, interrogándonos sobre lo que es bueno. La fe no reduce jamás el
espacio de la razón, lo abre más bien a una visión integral del hombre y de la
realidad e impide reducir al hombre a «material humano».
La cultura, llamada
a servir constantemente a la humanidad en todas sus condiciones, si es
auténtica, abre a itinerarios inexplorados, pasos de respiro de esperanza que
consolidan el sentido de la vida y custodian el bien común. Un auténtico
proceso cultural «hace crecer la humanización integral y la cultura del
encuentro y de la relación; ésta es la manera cristiana de promover el bien
común, la alegría de vivir. Y aquí convergen la fe y la razón, la dimensión
religiosa con los diferentes aspectos de la cultura humana: el arte, la
ciencia, el trabajo, la literatura».Una verdadera búsqueda cultural se
encuentra con la historia y abre caminos hacia el rostro de Dios.
Los lugares en los
que se elabora y se comunica el saber son también lugares en los que se debe
crear una cultura de la cercanía, del encuentro y del diálogo, superando defensas,
abriendo puertas, construyendo puentes.
Para la
reflexión
El mundo como red
global en la que todos estamos conectados, donde ninguna tradición local puede
ambicionar el monopolio de lo verdadero y donde las tecnologías tienen efectos
que alcanzan a todos, constituye un desafío continuo para quien vive la vida
según el Evangelio.
En esta situación
histórica, el Papa Francisco está realizando, mediante opciones y modos de
vida, una hermenéutica viviente del diálogo Dios-mundo. Nos introduce en un estilo
de sabiduría que, arraigada en el Evangelio y en la escatología de lo humano,
lee el pluralismo, busca el equilibrio, invita a activar la capacidad de ser
responsables del cambio para comunicar cada vez mejor la verdad del Evangelio,
mientras nos movemos «entre los límites y las circunstancias» y conscientes de
estos límites cada uno de nosotros se hace débil con los débiles… todo a
todos (1 Cor 9, 22)
Estamos invitados a
cuidar una dinámica generativa, no simplemente administrativa, para asumir los
acontecimientos espirituales presentes en nuestras comunidades y en el mundo,
como movimiento y gracia, obra del Espíritu en cada persona, vista como
persona. Estamos invitados a desestructurar modelos sin vida para narrar lo
humano tocado por Cristo, nunca revelado del todo en los lenguajes y en los
modos.
El Papa Francisco
nos invita a una sabiduría que sea signo de una consistencia dúctil, capacidad
de los consagrados de moverse según el Evangelio, de actuar y de optar según el
Evangelio, sin perderse entre diversas esferas de vida, lenguajes, relaciones,
manteniendo el sentido de la responsabilidad, los nexos que nos unen, nuestros
límites, las infinitas expresiones de la vida. Un corazón misionero es un
corazón que ha conocido la alegría de la salvación de Cristo y la comparte como
consolación frente al límite humano: «Sabe que él mismo tiene que crecer en la
comprensión del Evangelio y en el discernimiento de los senderos del Espíritu,
y entonces no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con
el barro del camino».
Nos dejamos
interpelar por las invitaciones del Papa para mirarnos a nosotros mismos y al
mundo con los ojos de Cristo y permanecer inquietos.
Las preguntas
del Papa Francisco
— Quería deciros
una palabra, y la palabra era alegría. Siempre, donde están los consagrados,
los seminaristas, las religiosas y los religiosos, los jóvenes, hay alegría,
siempre hay alegría. Es la alegría de la lozanía, es la alegría de seguir a
Cristo; la alegría que nos da el Espíritu Santo, no la alegría del mundo. ¡Hay
alegría! Pero, ¿dónde nace la alegría?
— Mira en lo
profundo de tu corazón, mira en lo íntimo de ti mismo, y pregúntate: ¿tienes un
corazón que desea algo grande o un corazón adormecido por las cosas? ¿Tu
corazón ha conservado la inquietud de la búsqueda o lo has dejado sofocar por
las cosas, que acaban por atrofiarlo? Dios te espera, te busca: ¿qué respondes?
¿Te has dado cuenta de esta situación de tu alma? ¿O duermes? ¿Crees que Dios
te espera o para ti esta verdad son solamente "palabras"?
— Somos víctimas
de esta cultura de lo provisional. Querría que pensarais en esto: ¿cómo puedo
liberarme de esta cultura de lo provisional?
— Esta es una
responsabilidad, ante todo, de los adultos, de los formadores. Es vuestra,
formadores, que estáis aquí: dar un ejemplo de coherencia a los más jóvenes.
¿Queremos jóvenes coherentes? ¡Seamos nosotros coherentes! De lo contrario, el
Señor nos dirá lo que decía de los fariseos al pueblo de Dios: "Haced lo
que digan, pero no lo que hacen". Coherencia y autenticidad.
— Podemos
preguntarnos: ¿estoy inquieto por Dios, por anunciarlo, para darlo a conocer?
¿O me dejo fascinar por esa mundanidad espiritual que empuja a hacer todo por
amor a uno mismo? Nosotros, consagrados, pensamos en los intereses personales,
en el funcionalismo de las obras, en el carrerismo. ¡Bah! Tantas cosas podemos
pensar... Por así decirlo ¿me he "acomodado" en mi vida cristiana, en
mi vida sacerdotal, en mi vida religiosa, también en mi vida de comunidad, o
conservo la fuerza de la inquietud por Dios, por su Palabra, que me lleva a
"salir fuera", hacia los demás?
— ¿Cómo estamos
con la inquietud del amor? ¿Creemos en el amor a Dios y a los demás? ¿O somos
nominalistas en esto? No de modo abstracto, no sólo las palabras, sino el
hermano concreto que encontramos, ¡el hermano que tenemos al lado! ¿Nos dejamos
inquietar por sus necesidades o nos quedamos encerrados en nosotros mismos, en
nuestras comunidades, que muchas veces es para nosotros
"comunidad-comodidad"?
— Este es un hermoso,
un hermoso camino a la santidad. No hablar mal de los otros. "Pero padre,
hay problemas…". Díselos al superior, díselos a la superiora, díselos al
obispo, que puede remediar. No se los digas a quien no puede ayudar. Esto es
importante: ¡fraternidad! Pero dime, ¿hablarías mal de tu mamá, de tu papá, de
tus hermanos? Jamás. ¿Y por qué lo haces en la vida consagrada, en el
seminario, en la vida presbiteral? Solamente esto: pensad, pensad.
¡Fraternidad! Este amor fraterno.
— A los pies de
la cruz, es mujer del dolor y, al mismo tiempo, de la espera vigilante de un
misterio, más grande que el dolor, que está por realizarse. Todo parece
verdaderamente acabado; toda esperanza podría decirse apagada. También ella, en
ese momento, recordando las promesas de la anunciación habría podido decir: no
se cumplieron, he sido engañada. Pero no lo dijo. Sin embargo ella,
bienaventurada porque ha creído, por su fe ve nacer el futuro nuevo y espera
con esperanza el mañana de Dios. A veces pienso: ¿sabemos esperar el mañana de
Dios? ¿O queremos el hoy? El mañana de Dios para ella es el alba de la mañana
de Pascua, de ese primer día de la semana. Nos hará bien pensar, en la
contemplación, en el abrazo del hijo con la madre. La única lámpara encendida
en el sepulcro de Jesús es la esperanza de la madre, que en ese momento es la
esperanza de toda la humanidad. Me pregunto a mí y a vosotros: en los
monasterios, ¿está aún encendida esta lámpara? En los monasterios, ¿se espera
el mañana de Dios?
— La inquietud
del amor empuja siempre a ir al encuentro del otro, sin esperar que sea el otro
a manifestar su necesidad. La inquietud del amor nos regala el don de la
fecundidad pastoral, y nosotros debemos preguntarnos, cada uno de nosotros:
¿cómo va mi fecundidad espiritual, mi fecundidad pastoral?
—Una fe
auténtica implica siempre un profundo deseo de cambiar el mundo. He aquí la
pregunta que debemos plantearnos: ¿también nosotros tenemos grandes visiones e
impulsos? ¿También nosotros somos audaces? ¿Vuela alto nuestro sueño? ¿Nos devora
el celo? (cf. Sal 69, 10) ¿O, en cambio, somos mediocres y nos conformamos con
nuestras programaciones apostólicas de laboratorio?
Ave, Madre de la
alegría
Alégrate, llena
de gracia (Lc 1, 28), «El
saludo del ángel a María es una invitación a la alegría, a una alegría
profunda, que anuncia el final de la tristeza . Es un saludo que marca el
inicio del Evangelio, de la Buena Nueva».
Junto a María la
alegría se expande: el Hijo que lleva en su seno es el Dios de la alegría, del
regocijo que contagia. María abre las puertas del corazón y corre hacia Isabel.
«Alegre de cumplir
su deseo, delicada en su deber, diligente en su alegría, se apresuró hacia la
montaña. ¿Adónde, sino hacia las cimas, debía tender con prisa la que ya estaba
llena de Dios?».
Se mueve con
prontitud (Lc 1, 39) para llevar al mundo la buena noticia, para
transmitir a todos la alegría incontenible que lleva en su regazo: Jesús, el
Señor. Con prontitud: no es sólo la velocidad con la que se mueve María,
nos expresa su diligencia, la atención premurosa con la que afronta el viaje,
su entusiasmo.
He aquí la
esclava del Señor (Lc 1,38).
La esclava del Señor, corre con prontitud, para hacerse esclava de
los hombres, donde el amor de Dios se demuestra y se comprueba en el amor a
cada hermano y a cada hermana.
En María es la
Iglesia entera que camina unida: en la caridad de quien sale al paso del más
frágil; en la esperanza de quien se sabe acompañado en su caminar y en la fe de
quien tiene un don especial para compartir. ¡En María cada uno de nosotros,
empujado por el viento del Espíritu vive la propia vocación de caminar!
Estrella de la
nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del servicio, de la fe ardiente y generosa, de la justicia y el amor a los
pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la
tierra y ninguna periferia se prive de su luz.
Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría
para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. Aleluya.
Roma, 2 de febrero de 2014, Fiesta de la
Presentación del Señor
João Braz Card. de Aviz Prefecto
José Rodríguez Carballo, O.F.M. Arzobispo Secretario
·
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre
2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 1.
·
Antonio Spadaro, "¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa
Francisco con los Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 5.
·
Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24
noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 47.
·
Francisco, Predicad siempre el Evangelio y si fuera necesario también
con las palabras, con la expresión de san Francisco el Papa confía su
mensaje a los jóvenes reunidos en Santa María de los Ángeles, , en: L'Osservatore
Romano, domingo 6 octubre 2013, CLIII (229), p. 7.
·
Juan Pablo II, Exhortación apostólica post-sinodal Vita consecrata, (25
marzo 1996), n. 27, en: AAS 88 (1996), 377-486.
·
Cf. S. Teresa del Niño Jesús, Obras completas, Librería Vaticana-Ed. OCD,
Ciudad del Vaticano-Roma, 1997: Manuscrito A, 76vº; B, 1rº; carta 196.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Ibíd.
·
Francisco, La evangelización se hace de rodillas, Misa con los
seminaristas, novicios y novicias en el Año de la Fe,, en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes8-9 julio 2013, CLIII (155),p. 7.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Francisco, Discurso a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la
Unión Internacional de las Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS
105 (2013), 460-463.
·
Francesco, Para subir al monte de la perfección, Mensaje del
Pontífice a los Carmelitas con motivo del Capítulo General, en: L'Osservatore
Romano, viernes 6 septiembre 2013, CLIII (203), p. 7.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Ibíd.
·
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre
2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 3.
·
Francisco, Con la inquietud en el corazón, a los capitulares
agustinos el Papa les pide estar siempre a la búsqueda de Dios y de los
hermanos, , en: L'Osservatore Romano, viernes 30 agosto 2013, CLIII
(197), p. 8.
·
Francisco, Caminos creativos radicados en la Iglesia, Papa Francisco
con sus hermanos jesuitas en el día de la memoria de san Ignacio de Loyola ,
en: L'Osservatore Romano, jueves 1 agosto 2013, CLIII (175),
p. 8.
·
Francisco, Carta Encíclica Lumen fidei, (29 junio 2013), n. 8, en: AAS
105 (2013), 555-596.
·
Ibíd., n. 9.
·
Francisco, Memoria de Dios, durante la Misa en plaza de San Pedro el
Papa habla de la misión del catequista, , en: L'Osservatore Romano, lunes
30 septiembre-martes 1° octubre 2013, CLIII (224), p. 7.
·
Francisco, Discurso a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la
Unión Internacional de las Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS
105 (2013), 460-463.
·
Francisco, No superhombres sino amigos de Dios, Ángelus de todos los
Santos, , en L'Osservatore Romano, sábado-domingo 2-3 noviembre
2013, CLIII (252), p. 8.
·
Juan Pablo II, Exhortación apostólica pstsinodal Vita consecrata (25
marzo 1996), n. 22, en: AAS 88 (1996), 377-486.
·
Francisco, En la encrucijada de los caminos, a los obispos, a los
sacerdotes, a los religiosos y a los seminaristas el Papa les confía la misión
de formar a los jóvenes a ser "callejeros de la fe", en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 29-30 julio 2013, CLIII (173), p. 4.
·
Francisco, La vocación del catequista, el Pontífice anima a no tener
miedo a salir de sí mismo para ir al encuentro de los demás, , en: L'Osservatore
Romano, domingo 29 septiembre 2013, CLIII (223), p. 7
·
Ambrosio, De Isaac et anima, 75: PL 14, 556-557.
·
Francesco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre
2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 265
·
Cf. Francesco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24
noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 8.
·
Francisco, La vocación de ser catequista, el Pontífice anima a no
tener miedo de salir de sí mismos para ir al encuentro de los demás, , en: L'Osservatore
Romano, domingo 29 septiembre 2013, CLIII (223), p. 7.
·
Francisco, Caminos creativos radicados en la Iglesia, Papa Francisco
con sus hermanos jesuitas el día de la memoria de san Ignacio de Loyola , en:
L'Osservatore Romano, jueves 1° agosto 2013, CLIII (175), p. 8.
·
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre
2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 266.
·
Francisco, Con la inquietud en el corazón, a los capitulares
agustinos el Papa les pide estar siempre en búsqueda de Dios y de los otros, , en:
L'Osservatore Romano, viernes 30 agosto 2013, CLIII (197), p. 8.
·
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre
2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 8.
·
Ibíd. n.1.
·
Francisco, Homilía durante la Misa con los Cardenales, Roma, 14
marzo 2013, en: AAS 105 (2013), 365-366.
·
Francisco, La evangelización se hace de rodillas, Misa con los
seminaristas, novicios y novicias en el Año de la Fe,, en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 7.
·
Francisco, La vocación de ser catequista, el Pontífice anima a no
tener miedo de salir de sí mismo para ir al encuentro de los otros, , en: L'Osservatore
Romano, domingo 29 septiembre 2013, CLIII (223), p. 7.
·
Francisco, Coherencia entre palabra y vida, el Papa invita enSan
Pablo a abandonar los ídolos para adorar al Señor, , en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 15-16 abril 2013, CLIII (88), p. 8.
·
Francisco, La evangelización se hace de rodillas, Misa con los
seminaristas, novicios y novicias en el Año de la Fe,, en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 8-9 julio 2013, CLIII (155), p. 7.
·
Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de
vida apostólica, Instrucción Caminar desde Cristo - Un renovado empeño de la
vida consagrada en el Tercer Milenio, (19 mayo 2002), n. 25, en: Ench
Vat 21, 372-510.
·
Francisco, El hombre de ojos penetrantes, meditación en la Capilla
de la Domus Sanctae Marthae, 16 diciembre 2013, en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 16-17 diciembre 2013, CLIII (289), p. 7.
·
Francisco, La atracción que hace crecer a la Iglesia encuentro con
los sacerdotes, religiosas y religiosos en la catedral de San Rufino, , en: L'Osservatore
Romano, domingo 6 octubre 2013, CLIII (229), p. 6.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9 julio
2013, CLIII (155), p. 6.
·
Benedicto XVI, Carta encíclica Deus caritas est (25 diciembre 2005),
n. 11, en: AAS 98 (2006), (217-252).
·
Francisco, La evangelización se hace de rodillas, Misa con los
seminaristas, novicios y novicias en el Año de la Fe,, en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes8-9 julio 2013, CLIII (155),p. 7.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Cf. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24
noviembre 2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 47.
·
Francisco, Para una clausura de gran humanidad, recomendaciones a
las clarisas en la basílica de Santa Clara, , en: L'Osservatore Romano, domingo
6 octubre, CLIII (229), p. 6.
·
Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de
vida apostólica, Instrucción La vida fraterna en comunidad.
"Congregavit nos in unum Christi amor", (2 febrero 1994), n. 28:
en Ench Vat 14, 345-537.
·
Francisco, Una gran familia entre cielo y tierra, en la audiencia
general el Papa habla de la comunión de los santos, , en: L'Osservatore
Romano, jueves 31 octubre 2013, CLIII (250), p. 8.
·
Antonio Spadaro, "¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa
Francisco con los Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 13. Francisco, Discurso a los Participantes en la Asamblea
Plenaria de la Unión Internacional de las Superioras Generales, Roma, 8
mayo 2013, en: AAS 105 (2013), 460-463.
·
Francisco, Discurso a los Participantes en la Asamblea Plenaria de la
Unión Internacional de las Superioras Generales, Roma, 8 mayo 2013, en: AAS
105 (2013), 460-463.
·
Francisco, En la encrucijada de los caminos, a los obispos, a los
sacerdotes, a los religiosos y a los seminaristas el Papa les confía la misión
de formar a los jóvenes para que sean "callejeros de la fe" , en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 29-30 julio 2013, CLIII (173), p. 4.
·
Antonio Spadaro, "¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa
Francisco con los Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 10.
·
Ibíd., 6.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Cf. .Francisco, La humildad y la fuerza del Evangelio, meditación en
la Capilla de la Domus Sanctae Marthae, 1 octubre 2013, en: L'Osservatore
Romano, miércoles 2 octubre 2013, CLIII (225), p. 8.
·
Antonio Spadaro, "¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa Francisco
con los Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 165
(2014/I), 5.
·
Cf. Francisco, Para una Iglesia que acompaña a casa al hombre, encuentro
con los obispos brasileños en el arzobispado de Río de Janeiro , en: L'Osservatore
Romano, lunes-martes 29-30 julio 2013, CLIII (173), pp. 6-7.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Francisco, Con la inquietud en el corazón, a los capitulares
agustinos el Papa les pide estar siempre a la búsqueda de Dios y de los
hermanos, , en: L'Osservatore Romano, viernes 30 agosto 2013,
CLIII (197), p. 8.
·
Cf. Francesco, Vigilia de Pentecostés con los Movimientos, las nuevas
Comunidades, las Asociaciones, las Agregaciones laicales, Roma, 18 mayo
2013, en: AAS 105 (2013), 450-452.
·
Ibíd.
·
Francisco, Para una Iglesia despojada de la mundanidad, con los
pobres, los desocupados y los emigrantes asistidos por Caritas, , en: L'Osservatore
Romano, sábado 5 octubre 2013, CLIII (228), p. 7.
·
Francisco, Renovación sin temores, meditación en la Capilla de la Domus
Sanctae Marthae, 6 julio 2013, en: L'Osservatore Romano, Domingo 7
julio 2013, CLIII (154), p. 7.
·
Antonio Spadaro, "¡Despierten al mundo!". Coloquio del Papa
Francisco con los Superiores Generales, en: La Civiltà Cattolica, 164
(2013/III), 474.
·
Cf. Francisco, El Apocalipsis que no vendrá, discurso al mundo
académico y cultural, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 23-24
septiembre 2013, CLIII (218), p. 7.
·
Francisco, La apuesta del diálogo y del encuentro, a la clase
dirigente de Brasil,, en: L'Osservatore Romano, 29-30 julio 2013, CLIII
(173), p. 4. Cf. Francisco, Hombres de frontera, el Papa a la Comunidad
de la Civiltà Cattolica Discurso a la Comunidad de los Escritores de
"La Civiltà Cattolica", 14 junio 2013, en: L'Osservatore
Romano, sábado 15 junio 2013, CLIII (136), p. 7.
·
Cf. Francisco, Hombres de frontera, el Papa a la Comunidad de la
Civiltà Cattolica Discurso a la Comunidad de los Escritores de "La
Civiltà Cattolica", 14 junio 2013, en: L'Osservatore Romano,
sábado 15 junio 2013, CLIII (136), p. 7.
·
Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre
2013), LEV, Ciudad del Vaticano, 2013, n. 45.
·
Ibíd.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Francisco, Con la inquietud en el corazón, a los capitulares
agustinos el Papa les pide estar siempre a la búsqueda de Dios y de los
hermanos, , en: L'Osservatore Romano, viernes 30 agosto 2013, CLIII
(197), p. 8.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Ibíd.
·
Francisco, Con la inquietud en el corazón, a los capitulares
agustinos el Papa les pide estar siempre a la búsqueda de Dios y de los
hermanos, , en: L'Osservatore Romano, viernes 30 agosto 2013,
CLIII (197), p. 8.
·
Ibíd.
·
Francisco, Auténticos y coherentes, Papa Francisco habla de la
belleza de la consagración, , en: L'Osservatore Romano, lunes-martes 8-9
julio 2013, CLIII (155), p. 6.
·
Francisco, Los que saben esperar, a las monjas camaldulensas el Papa
indica a María como modelo de esperanza, , en: L'Osservatore Romano, sábado
23 noviembre 2013, CLIII (269), p. 7.
·
Francisco, Con la inquietud en el corazón, a los capitulares
agustinos el Papa les pide estar siempre a la búsqueda de Dios y de los
hermanos, , en: L'Osservatore Romano, viernes 30 agosto 2013, CLIII
(197), p. 8.
·
Francisco, La compañía de los inquietos, en la Iglesia del Jesús el
Papa celebra la Misa de acción de gracias por la canonización de Pietro Favre,
, en: L'Osservatore Romano, sábado 4 enero 2014, CLIV (02), p. 7.
·
Benedicto XVI, La fuerza silenciosa que vence el rumor de las potencias,
la reflexión propuesta por el Pontífice durante la audiencia general en el
aula Pablo VI , en: L'Osservatore Romano, jueves 20 diciembre 2012, CLII
(292), p. 8.
·
Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, II, 19: CCL 14, p. 39.
·
Francisco,
Exhortación apostólica Evangelii gaudium, (24 noviembre 2013), LEV,
Ciudad del Vaticano, 2013, n. 288.
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